Las damas impecables, hermosas todas ellas, con blusas y remeras insinuantes, polleras minúsculas y zapatos con tacos agujas desafiando las trampas colocadas por la municipalidad de la Ciudad Autónoma en la acera del tradicional paseo de la calle Florida.
Juan precoz jubilado, con un pantalón liviano, sandalias, una remera fuera del pantalón, observaba ambiciosamente a las bellas mujeres que no dejaban de fluir.
Una muchacha joven, de cabellos rubios largos, ojos como el cielo, cadencia infartarte lo despertó de la rutina de miradas y piropos. Pegó un salto y se puso junto a ella y le dice
- ¿Me permite, señorita?
- Retírese Sr. no me moleste.
- Ruego que me permita dos palabras, señorita.
- Señor váyase, no me moleste.
- Por favor, es muy importante.
- Sí, señor, es importante que yo pueda llegar a la casa de mi amiga Milagros.
- Si usted no me deja hablarle, realmente va a ser un milagro que llegue a la casa de su amiga.
- Mire, usted es un viejo groncho y caradura.
- Srta., si soy viejo y no debería estar siguiéndola para decirle dos palabras.
- No lo haga, retírese.
- Por favor Srta., escúcheme.
- No señor. A Julieta Sol de los Andes Beili, nadie le dice cosas por la calle sin recibir su merecido.
- Pero señorita Sol de los Andes, lo que tengo que decirle es muy importante para usted.
- Ya va a ver, El padre de mi amiga Milagros Cuesta del Lolog Bronc, tiene todo el poder, usted pagará caro este atrevimiento.
- No señorita la que pagará es usted si no se detiene y sus aristocráticos oídos no escuchan mis palabras.
- ¿Y por qué voy a pagar yo? Eh ¡Porqué?
- Porque está a punto de...
- De nada, ya me cansé, explíquele al policía. ¡Agente!¡Agente!
Prestamente el agente del orden se acerca y luego de hacerle la venia a la hermosa pregunta:
- ¿En que la puedo ayudar?, señorita.
- Mire agente, yo soy Julieta Sol de los Andes Beili, volé a Baires a visitar a mi amiga Milagros Cuesta del Lolog Bronc, y mientras caminaba hacia su residencia, este señor no ha dejado de seguirme y molestarme.
- ¡Eso es cierto? pregunta el policía a Juan.
- Es cierto que la seguí, dice Juan, pero sólo para decirle un par de cosas importantes para ella.
- ¡Señor le ordeno que se retire ya mismo o lo voy a tener que llevar a la seccional.
- Pero agente es importante, dijo Juan desoyendo la orden impartida por la autoridad policial
- Acompáñeme. Usted se ha desacatado a la autoridad, dice el agente mientras esposa a Juan.
- En plena situación de arresto Juan grita desesperado:
- ¡Sol de los andes! ¡Se te rajo la pollera en toda la parte de atrás y olvidaste la ropa interior!
¡Hace cuadras que andás taconeando con tu aristocrático pudor al aire!