Domingo por la mañana. Gloria despertó con una franca sonrisa. El sol que se atrevía generosamente por la ventana de su habitación le anunciaba una espléndida jornada.-
- ¡A pasear con la gorda! exclamó Gloria.-
En un instante estuvo al lado de la cama de su hija. María Laura estiró los bracitos, abrazo y mil besos.-
Desayuno ligero, ropa informal y a la plaza.-
Hamaca, tobogán sube y baja y la atrayente calesita.-
Cuidados insistentes, obsesivos.-
María Laura era todo para Gloria. Había llenado de luz su vida gris. Un milagroso regalo de natura.-
-¡ Hamacame mamí! ¡Más alto! ¡Hasta el cielo!
-Atrevida y arriesgada la mocosa. Pensaba Gloria
- Con cuidado gordita, despacio.
- No me va a pasar nada mamá. ¡Vamos al sube y baja!
La mano fuerte y segura de Gloria resguardaba a su pequeña.
-¡Ahora al tobogán mami!
Ayudarla a subir, aguardarla al bajar. Una, diez, veinte veces.
- ¡A la calesita! exclama María Laura y sus apuradas piernitas respondían a su ansiedad.
El caballo marrón y blanco, como siempre. Gloria ayudó a su hija subir a su corcel preferido, comienza el giro y va a sacar los boletos. Vuelve con toda la felicidad del mundo. Espera que pase la gorda y una inmensa palidez hace desaparecer el rosa natural de su rostro. ¡María Laura brillaba por su ausencia en el caballito de madera! ¡Estaba Vacío!
Gritos, desesperación, angustia, llanto.
- ¡María Laura! ¡María Laura!
- El silencio fue la respuesta. Sale a buscarla por toda la plaza, mil preguntas, cree que el pecho se va a romper, el corazón a mil.
Pasa el tiempo, la plaza se va vaciando, las sombras van ganando cada espacio.
Decide ir a la policía. El cuartel estaba a un par de cuadras. Entre sollozos y gritos logra que el oficial la entienda. Se organiza una búsqueda. Cae la noche. Los hombres vuelven de madrugada con la frustración pintada en el rostro.-
Le aconsejan que vaya a su casa que cualquier novedad le avisaría.
Gloria hace caso al consejo. No tenía a nadie que la ayudara. Estaba sola en el mundo.
Se desplomó en la cama, no podía dejar de llorar. Un enorme agotamiento la llevó a un sueño ligero.-
Una voz le susurra...no se ve bien con los ojos, acude a tu corazón el la encontrás.
Despertó sobresaltada. Había escuchado esa voz, no era una fantasía.
Se incorporó tapó sus ojos con las manos y como le dijo la voz vio con su corazón a María Laura; allí estaba, asustada, conocía el lugar. Era la boletería de la calesita. Acurrucada y tiritando.-
Sale corriendo, mientras gritaba el nombre de su gorda. En segundos estaba en la plaza, en la calesita, llegaba a la boletería y allí María Laura que saltando de alegría gritaba ¡Mami! ¡Mami!. Los bracitos que se estiran, el abrazo, mil besos. La tomó en los brazos y entre las sombras una figura de un bello joven con atuendo de príncipe y cabello como el trigo la saluda cortésmente y su voz fresca y dulce como agua de arroyo susurra...recuerda Gloria sólo se ve con el corazón.-
Gloria intentó responder pero el joven de cabellos de trigo había desaparecido en la ilusión de una noche blanca de estrellas