- Mirá Juan, Cecilia me tiene harto. No me deja en paz, sus celos convirtieron mi vida en un infierno.
- No seas cínico Jorge. Si Cecilia está celosa tiene motivos más que suficientes.
- Vos sabés que gustan las mujeres. Soy un adicto al sexo. ¡Si Tiger puede yo también!
- Porque Tiger tiene toda la plata del mundo y vos sos un atorrante. Un vago con buen verso.

- Como sea, pero la desgracia de Cecilia es mi fortuna. Soy un tipo atractivo, pintón  y con una mentira que convence
- Sos un caradura Jorge. Vivís del trabajo de Cecilia, todos los días estás con una dama distinta.

 

- Bien dicho Juan. Yo sólo me levanto damas. Muchachas adineradas que de muy buen grado comparten conmigo una parte de su dinero, de su bienestar a cambio del mejor amor del mundo.
- Está mal Juan. Muy mal. Cecilia es una buena persona, te ama desde siempre se desvive por vos y tu respuesta es la humillación y el maltrato
- Sucede Juan que vos sos un tipo muy sensible, un vulnerable. Ya me voy a deshacer de Cecilia y al fin tendré todo el tiempo del mundo y sin reproches para dedicarme a mis niñas.
- Chau Juan. Me hacés sentir mal. Hasta nunca
- Hasta nunca, bobín, ya me encuentro con Horacio, el tiene la justa.
- ¡Horacio! El representante de Satán en la tierra. Es cierto. ¡Dios los crea y el viento los amontona!
Juan siguió su camino y Jorge se acerco al café de siempre a encontrarse con Horacio.
Apenas entró identifico la blanca y abundante cabellera de Horacio en la última mesa en el rincón más lejano.-
- ¡Hola Horacio! ¡Que es de tu vida! saludo con entusiasmo Juan
- Bien querido, bien, afirmó cancheramente Horacio
- Te andaba buscando gomía del alma. Quizás vos puedas encontrar una salida a un  problemita.
- Decime, dijo Horacio
De inmediato Juan le hizo saber a Horacio de su interés de deshacerse de Cecilia para siempre. Contó de su adicción a las mujeres, los reproches de Cecilia  y que si bien pretendía una solución perpetua no quería que interviniera ningún sicario.
- Para tanto es la cosa, comentó Horacio.
-Si, para tanto. Hasta he pensado en ahogarla con la almohada mientras duerme. Pero soy un cobarde.
Horacio pidió una ginebra doble con hielo, se mantuvo en silencio unos minutos y súbitamente como si se hubiese hecho la luz en su mente oscura dirigiéndose a Juan le dijo.
- Decime, tu mujer no trabaja en Tribunales.
- Si dijo Juan, hace archivo y cosas menores.
- Y por qué la mandaron a hacer esos laburos.
- Y porque el bocho no le da para más.
- ¿Está loca?
- Digamos que es corta de genio.
- Mirá yo tengo un amigo que trabaja en un loquero y se disfraza de  psiquiatra por las tardes. Atiende en su consultorio. Está es la dirección. Vos decile a Cecilia que no la   ves bien, que estás preocupada y mandala a que lo vea.
- Y cual va a ser el resultado.
- Depende de lo que estés dispuesto a pagar por sacártela definitivamente de encima
- Decime vos, Horacio.
- Cien lucas.-
- ¡Es una barbaridad!
- Juan, la señora que tenés ahora, si la tratás bien te puede dar eso y mucho más.-
-Juan pensó unos segundos y con firmeza ratifico el pacto
-¡Hecho!
Al llegar a la casa Juan comenzó a hacer su trabajo. Una y otra vez le dijo a Cecilia que la veía mal, desmejorada, que se le caían las cosas, que hablaba sola, etc.
Cecilia, mujer fácilmente vulnerable acepto consultar con el Dr. Miguel Rayé
- Al día siguiente en el consultorio estaba absolutamente convencida que algo malo había en ella. Al rato se abrió la puerta trampa y el Dr. Rayé clamó, Cecilia, Cecilia Blandengue.
- Yo Dr. Un momento por favor dijo Cecilia mientras trataba de desenredar las manijas de su cartera de hilo.
- Cecilia se sentó mientra el Dr. Rayé la miraba con seriedad.
- Dígame Cecilia, dijo el Dr. Rayé
- Allí Cecilia comenzó a contar su desgraciada vida sin permitir la intervención del psiquiatra.
  Concluido el monólogo de Cecilia el Dr. Rayé se levantó y con gesto adusto se sentó en su escritorio. En un papel escribió lo que parecía una larga prescripción médica, la firmó, la selló la colocó en un sobre que cerró con pegamento inlevantable.
- Le dijo a Cecilia que se levantara, que la sesión había concluido y que al día siguiente le entregara el sobre al medico especialista de su trabajo.
- Con el miedo reflejado en su rostro, tomo el sobre y obediente recién se desprendió de él cuando se lo entregó al Dr. Pedro Laparca medico forense.-
- El Dr. Laparca leyó delante de Cecilia y con ostensible expresión de espanto la nota del Dr. Rayé.
Al terminar la lectura, miró a Cecilia, con ojos de ¡Como se me pasó! Y pausadamente midiendo las palabras le dijo
- Querida Cecilia, es una pavada, pero por las dudas haremos una junta médica el miércoles en Piedra Dulce capital. Allí se decidirá.
- El miércoles a las 10 hs se reunieron con Cecilia, Laparca, el Dr. Piedra Dulce (h), y el Dr. Anastasio Virulo con la asistencia especial del Dr. Miguel Rayé.-
 Larga charla con cecilia, extensas deliberaciones de los profesionales y la conclusión a cargo de Laparca.-
- Mi querida Cecilia, como le dije esto es una pavada, ahora, la acompañaré hasta su casa junto con el enfermero de turno y luego de recoger sus cosas la acompañaré hasta el Instituto "Mi Sueño" y allí la tratarán adecuadamente.-
- ¡Me van a internar! gritó Cecilia.
-Por unos días nada más, sólo para hacer unos estudios.
- Incapaz de cuestionar Cecilia asintió. Buscó sus cosas. La ingresaron en el instituto "Mi sueño"
 A los nueve años y siete meses exacto de la internación de Cecilia su esposo Juan murió de una sobredosis de viagra en un hotel de mala muerte.
 Cecilia. Adelgazó, envejeció, perdió la razón ya nadie la piensa.