El pequeño sótano que maría había transformado en refugio aparecía como un recinto inadecuado para resguardarla de las bombas, granadas y, munición gruesa de toda índole que cercaba su pequeña casa pero allí se sentía segura. En su mente había anidado la idea que si se mantenía allí su vida estaba fuera de peligro. Había armado prolijamente un pedacito de protección, un austero pero acogedor espacio de paz en medio de tanta insensatez.
Ya había olvidado el aspecto del mundo exterior más próximo. Ese sótano era todo su mundo desde hacía mucho tiempo.
A pesar del estruendo de la guerra María lograba dormir profundamente la mayor parte del tiempo. Su negativa intensa a aceptar la desgracia que estaba ocurriendo en su patria la llevaba a ese estado de somnolencia permanente, escapaba de la realidad cerrando los ojos y dejando que sueños plenos de cielos celestes, sol brillante y niños sonrientes ocuparan su lugar.
Un día gemidos y lamentos que traducían un inmenso dolor la despertó.
Alguien estaba en la casa junto a la puerta del sótano. Con cuidados y mucho temor decidió ver qué pasaba, abrió el acceso a su guarida y apenas lo hizo se topó con la cara de un hombre transpirado, de enormes ojos celestes, lleno de lodo y sangre. Subió el último escalón que la llevaba a la casa y pudo apreciar que el extraño, con uniforme republicano, sangraba profusamente de una ostensible herida en el abdomen.
El extraño atinó a levantar la cabeza, sonrió y se desmayo.
Sin dudar María decidió ayudarlo. A pesar de ser una mujer menuda tenía la fuerza suficiente como para llevar al hombre herido hasta su refugio. Terminada la tarea y tremendamente agotada descansó unos minutos mientras revisaba la herida. Su doble condición de enfermera aficionada y costurera podrían hacer un trabajo respetable con la brutal herida del extraño.
Una aguja consistente con hilo que sacó del colchón donde dormía serán las herramientas para llevar a cabo su labor de improvisada cirujana.
Colocó al extraño sobre un par de mantas y dio inició la operación lo que se anunció con un tremendo grito de dolor del extraño que estaba reaccionando y volvió a perder el conocimiento. María realizó la intervención con cuidado, extrema suavidad, amorosamente. Ese tipo tenía algo que la había conmovido, que había despertado su dormida ternura.
El extraño padeció varios días de fiebre altísima y delirio, lejos de la realidad. Sus labios destrozados decían del hogar, de campos de trigo..
La fiebre fue cediendo hasta que el extraño reaccionó y clamó por agua. Sació su sed, se quedó mirando a María fijamente y nuevamente cerró los ojos y buscó el sueño reparador.
Al despertar recorrió todo el refugio con sus ojos celestes como el cielo, se detuvo en María y le dijo:
- Tu cabello me hace recordar el hogar. Dorado como el trigo de mis campos. ¿Cómo te llamas?
- María ¿y tú?
- Juan, soy campesino. Esta guerra desatinada ha destruido todo lo querido. Ya no hay hogar ni campos con trigo.-
- ¿Realmente no ha quedado nada? preguntó María.
- Nada, sólo tierra arrasada y cuerpos destrozados por las bombas y la metralla.-
- ¿Pero porqué?
-- Por ambición, por afán de poder.-
- ¿Pero cuanta ambición, cuanto afán de poder se necesita para provocar tanta destrucción? inquirió María
- Mucha, sin duda. Afirmó Juan y añadió; La ambición del hombre no tiene límites ni necesita un motivo para someter a sus hermanos, para matarlos. Un montón de mentiras es suficiente y después dejar que la cruel maldad de sus incondicionales sometidos haga el resto.-
- ¿Tan malo es el hombre?
- Muy malo. Es un lobo para el que no piensa ni actúa como él, para el diferente, para el distinto y matarlos es su meta y placer. No se admite el disenso. Nadie puede contrariar lo dispuesto, lo que debe ser según el poderoso de turno.
- ¡Nunca hubiera creído tanto odio, tanta maldad, tanta locura!
- ¡Bueno, ya! exclamó Juan. Hablemos de ti. ¡Qué haces?
- Tengo algunos conocimientos de enfermería y soy costurera respondió María
- Debí imaginarlo por la habilidad con que compusiste mi herida.
- Hoy hay calma, no se escuchan explosiones, podemos celebrar añadió María.
- Celebremos dijo Juan
- Una porción extra de pan duro y queso rancio con un poco del alcohol que había sobrado de la operación fue suficiente para convertir la jornada en un gran día.
A partir de ese momento la relación entre maría y Juan se fue haciendo suave, relajada, distendida, ya no prestaban atención al sonido de las bombas.
Así hasta que maría invitó a Juan a compartir su estrecho colchón.
El primer roce de la piel los llevó al beso y con el llego el gran amor, intenso, pleno de pasión.
María, Juan y su amor se convirtieron en un remanso de luz entre las sombras del horror.
Vivían abrazados y así abrazados los sorprendió una patrulla nacionalista que irrumpió en la casa y descubrió el refugio.
El jefe del pelotón apenas los miró, vió las ropas ensangrentadas del uniforme de Juan y a la vez que gritaba ¡Son dos malditos republicanos! ordenó ¡Mátenlos!
Juan y María unieron sus labios en un beso eterno mientras una lluvia de balas acababa con sus vidas.
La luz cesó. El gris, la oscuridad, las sombras invadieron el lugar.-