Cada mañana en camino al trabajo Jorge se detenía durante largos minutos frente a la vidriera de la concesionaria ubicada en la esquina de su casa apreciando las mil y una virtudes de espectacular automóvil deportivo, negro, llantas de magneso, techo corredizo volante y asientos de cuero, detalles de cromo reluciente, una belleza increíble, el recurrente sueño de Jorge, su máxima e imposible ilusión. Jamás podría ser suyo. Su magro sueldo como empleado público no se lo permitiría jamás.
Luego de la parada de rigor cruzaba hasta el Kiosco, un atado de cigarrillos rubios, unas monedas a la quiniela, caramelos de menta y algún chicle para pasar el tiempo.
Al retornar a su hogar repetía la ceremonia. Ahora sin tiempo, sin el apuro de trabajo, largo tiempo admirando el automóvil y descubriendo cada día un detalle nuevo que lo hacía cada vez más apetecible.
Una tarde, de vuelta del trabajo, se detuvo en el Kiosco de costumbre a comprar un encendedor descartable. Lo asombró la multitud que desbordaba el local.
- ¿Que pasó don José?, preguntó Jorge
- ¿Que pasó? ¡Vos pasaste, grito José el dueño de la agencia! Ganaste el super pozo de la quiniela. Dos millones de pesos libres de impuestos. Felicidades.
Jorge no lo podía creer. Comprobó la tarjeta y efectivamente era el ganador. Entre gente que lo felicitaba y le pedía unos pesos llegó a su casa. Se sirvió algo fuerte, se sentó en el sillón y gritó: ¡El auto es mío!
Cobró el dinero, lo depósito en un banco abrió una cuenta corriente y corrió hasta la agencia de automotores.
Buen día señor, saludó respetuoso el vendedor ¡Que deseaba? ¡Vengo a comprar ese auto negro deportivo de la vidriera? Mire señor es un excelente auto sin duda, pero extremadamente caro para sus posibilidades. Puedo mostrarle modelos más económicos.-
- ¡No señor! gritó Jorge quiero ese auto ya. Lo pago de contado. Hágame todos los trámites yo me siento y espero.
Enseguida Jorge extendió un cheque al vendedor por la fortuna que le pidieron y esperó pacientemente que se lo entregaron.-
Finalmente se presenta el vendedor le entrega los documentos del coche y la tan ansiada llave. El maquinón ya era suyo.
Lo sacó con mucho cuidado, se sentía feliz exultante el viejo garaje de su casa tendría un aristocrático habitante.
Entró el auto al garaje cerrando cuidadosamente la cerradura de este .
Esa noche no durmió examinó cada uno de los detalles de su máquina de su tesoro más preciado.
A la mañana siguiente abrió el garaje, dio marcha atrás ie imprevistamente dos individuos encapuchados le ordenan que acelere y que tome la avenida. La velocidad exigida era cada vez mayor. En un semáforo lo arrojan a Jorge del automóvil y los cacos se alejan.
Inmediatamente Jorge corre a la comisaría más cercana, se monta un gran operativo, dan con los malhechores. hay un tiroteo, varios impactos dañan la carrocería del automóvil que finalmente es recuperado por Jorge en estado lamentable,
Al día siguiente lleva el automóvil a la agencia. En quince días estaba reparado.
Pasado el susto Jorge disfruta del automóvil ampliamente. Un domingo se anima a encarar la ruta. Una fiera el fierro aristocrático. En eso pensaba cuando se le cruza una camioneta. bajan dos hombres fornidos.
Lo sacan a Jorge del habitáculo y lo trasladan al coche de los ladrones mientras uno e los asaltantes se ocupa del auto de Jorge.
Le vendan los ojos. Exigen a la madre de Jorge con quien este compartía la cuenta donde estaba depositado el dinero robado.
Quinientos mil pesos, el auto y Jorge sano y salvo. Acuerdo cerrado y nuevamente la comisaría el automóvil y Jorge.
Jorge pensaba que era mala suerte, que ya pasaría. Su mente distraída estaba ensimismada en esa preocupación cuando siente un impacto fuertísimo que puso al automóvil de costado. Jorge, en la luna, había pasado el semáforo en rojo. Un Camión cargado de fierros no pudo frenar y la colisión fue brutal.-
Agencia, arreglo, sesenta días esta vez más los 200.000 pesos que tuvo que pagarle al conductor del camión por los daños y lesiones.
Jorge decidió que esto no podía seguir. Pensó que podía hacer y ¡Eureka! recordó que su amplio dormitorio se ubicaba den forma contigua al garaje. Ahí estaba la solución. Tiró la pared que dividía los ambientes. Era un buen albañil y carpintero Así en lugar de la pared provisoria armó una pared falsa. Al terminar no se podía apreciar que la división entre garaje y habitación no fuese una pared real.
Levantó el portón levadizo que en realidad era la falsa pared desocupó su dormitorio y allí ubicó a su querido y trajinado automóvil. Jorge transformo el comedor en su dormitorio y el living en comedor.
Por una puerta tenía libre y permanente acceso al recinto del automóvil.
Compró un automóvil modesto que fue el nuevo residente del garaje y su máquina quedó sólo para el, como estaba en la agencia, siempre limpio, impecable, plenamente iluminado, resguardado. Su más preciado tesoro ya no correría ningún peligro